Fer Patiño es uno de esos artistas eclécticos que pudiéramos considerar adelantados a su tiempo o, quizás, que ha decidido no dejarse llevar por la deriva actual para no perder su esencia y seguir deleitándonos con piezas de arte con carácter; como, por ejemplo, la portada de La locura de amar la vida de Monica Drake.
Pintor, grabador… pero también músico de samba, actor y director de teatro. ¿Un polímata más en la línea de Leonardo o de ese canalla genial y gamberro que fue Boris Vian?
La pintura es vocacional. Con cuatro años mi padre me puso en un caballete y nació un pintor, así de simple, bueno, eso y un poco de burocracia cósmica. Luego, a los siete años, cursé estudios de solfeo y piano. En cuarto curso dejé el conservatorio y cambié el piano por la guitarra. Un día, ya en la adolescencia, chequeando unas cintas de música escuché por primera vez música brasileña, era una interpretación de Joao Gilberto del tema Vivo sonhando de Tom Jobin, cuando acabó la canción me dije «quiero tocar como este tío» y así empecé. Lo de actor, que en su época me lo tomé muy en serio, fue otra bonita contingencia. Por mi veintiún cumpleaños mi compañera de piso me regaló un curso de teatro en la escuela de Narón impartido por Lino Braxe.
Sencillamente me enganché y, durante cinco años muy intensos, estuve trabajando en diferentes compañías, hice teatro con títeres y también participé en varios cortometrajes como actor. Lo de la dirección teatral llegó con una propuesta de unos estudiantes de humanidades que querían fundar una compañía teatral en la facultad y les faltaba un director. Y así comencé mi singladura en la dirección escénica durante tres años para la universidad. Luego dejé todo eso y sentí que lo que me apasionaba de verdad era el arte plástico.
¿Qué es lo que más te gusta de lo que haces?
Pintar es lo que más me gusta. Las herramientas, los materiales, el modelado de la materia, lo analógico. Pintar es apasionante y superdifícil, hay que estudiar mucho y hay que practicar muchas horas para que las piezas tengan realmente interés. Lo más emocionante de la pintura es que cada cuadro te permite empezar de nuevo otra aventura y eso es una suerte y una antimonotonía.
¿Cómo te inspiras cuando te enfrentas a la creación de una nueva obra?
Más que inspirarme intento vaciarme. Vaciarme de pensamientos, sobre todo, de ideas, vaciarse para poder llenar. También miro pintura, leo mucho, me documento… pero creo mucho en el momento, en la improvisación, me dejo llevar.
¿Cómo ha sido el proceso creativo a la hora de ilustrar la portada de La locura de amar la vida? ¿Qué elementos has querido destacar y por qué?
Con La locura de amar la vida fue fácil porque la literatura de Monica Drake está llena de imágenes superevocadoras, cinematográficas. También de símbolos contemporáneos, bodegones de objetos y personas, escenarios, paisaje etc. El columpio neumático colgado del árbol sin una niña que juegue en él me pareció un elemento contundente a la hora de simbolizar el fin de la infancia y el comienzo de la madurez.
Para Monica Drake es muy importante la ciudad donde ha vivido la mayor parte de su vida, Portland, ¿piensas que Ferrol y sus circunstancias se reflejan también en el conjunto de tu obra?
Bajo mi punto de vista un artista debería nutrirse de lo que le rodea y de lo que puede conocer porque hablar de lo que uno no sabe trae mal agüero como cantaban Ojos de brujo en su canción Ley de gravedad. No obstante, es imposible que en tu obra, de una forma u otra, no salga reflejado el entorno, de hecho creo que el entorno es el tema principal de cualquier obra de arte. El entorno también incluye a sus habitantes por supuesto. En Ferrol, que es la ciudad que mejor conozco, hay una calidad de vida excepcional. Es pequeña pero funcional. La comarca tiene unos paisajes extraordinarios y su litoral es alucinante, con un sinfín de playas poco edificadas o directamente vírgenes de hormigón. El mar es muy importante. Claro que en mi obra se refleja Ferrol.
¿Qué destacarías del estilo narrativo de Monica Drake?
Del estilo narrativo de Monica destacaría su mesura respecto al uso de la adjetivación. Monica nos regala una narrativa sustantiva donde lo importante es el «qué» y no el «cómo».
¿Qué es para ti la locura de amar la vida?
Para mí, la locura de amar la vida es valorar la vida como lo más excepcional que a uno le puede pasar. Para el ser humano la inexistencia es infinita. Antes de nacer no existimos y al morir lo mismo, así que la vida es una contingencia maravillosa que a la vez produce una cierta locura de la impresión tan fuerte que se siente al saberse vivo. La locura de amar la vida es la suerte de estar aquí y ahora, vivos.
¿Qué te gusta leer?
A lo largo de mi vida he sido muy variado en mis lecturas pero en este momento leo mucho sobre pintura, crítica y ese tipo de cosas. Un libro recomendable al respecto sería Pintura de Gilles Deleuze, filósofo y crítico francés. También, desde hace unos años, me interesa el psicoanálisis de orientación lacaniana. El inconsciente me flipa y me parece un tema digno de estudio.
¿Una recomendación literaria, aunque no sea de Bunker Books?
Hay un libro que leí hace años y que su recuerdo aún cala en mí. Es un libro de un autor español que tuvo la mala suerte de que Pepe Carbalho, personaje de su famosa serie de novelas, eclipsara el resto de su provechosa producción literaria. El libro al que me refiero es una novela titulada El estrangulador y su autor es Manuel Vázquez Montalbán.