Vértigo

Hace unos días caí en la cuenta de que tenemos la planificación editorial ya definida hasta primavera de 2021, y sentí vértigo. Hasta hace escasamente un par de meses nuestra mayor preocupación era cumplir el plazo que nos habíamos marcado para lanzar nuestros primeros tres títulos (Bastardo, Cocaína y Química rosa), deseando que todo pasase para relajarnos un poco, y ahora estamos de nuevo imbuidos en un parsimonioso frenesí. O frenética parsimonia. Creo sentirme como el capitán de un buque de guerra del XVIII, sí, de esos que sabían con una antelación de un par de horas quién ladearía primero su navío y, por tanto, cuál de los barcos recibiría una ración letal de plomo. Y ahí estamos, todavía en plena promoción de nuestro arranque editorial, a un mes del lanzamiento de nuestra próxima novedad, gestionando la posible visita en otoño desde Estados Unidos del autor del título que publicaremos en septiembre, e iniciando la traducción del conjunto de relatos que verá la luz en la primavera de 2021… sí, puro vértigo.

Especialmente si pienso en cómo comenzó todo.

Principios de 2018 en Compostela, todavía en el Centro de Emprendemento, el coworking de la Ciudad de la Cultura, buceando en internet a la caza de grandes títulos para ese nuevo proyecto ya bautizado, Bunker Books. Mails y llamadas, en ocasiones infructuosas, en ocasiones sin respuesta, autores entusiasmados (otros no tanto) y agencias extranjeras sin demasiada confianza en un nuevo sello —Galicia? Where is that?—, y entonces redescubro el ejemplar ajado de Piç (Bastardo de Hakan Günday) en un estante del salón de mi casa. Poco después, siguiendo la pista de autores de corte similar a Palahniuk o Easton Ellis, me encuentro con la opera prima de una tal Katie Arnoldi, Química rosa (sublime y bizarra), que Joan Didion había reseñado como solo la genio que es podría haberlo hecho. Y me acuerdo de aquellos meses que pasé viviendo en Hasselt, región flamenca de Bélgica, y de la recomendación que me hizo una doctoranda sudafricana de una novela llamada Cocaína de un ruso, gantés de adopción, con visos de convertirse en una auténtica obra de culto.

El resto, con los libros hoy en librerías, es ya historia.